Texto realizado por Carmen Rodríguez y José Pedro En-namouss, educadora social y trabajador social, respectivamente, de Huelva Acoge
Indudablemente, nuestra realidad va cambiando. Nuestra sociedad y comunidades nos hacen cambiar con ellas, haciendo de nosotros, inevitablemente, seres cambiantes, forjados por las realidades compuestas de diversidad e interculturalidad que, a día de hoy, están presentes en nuestras vidas.
Socialmente, estamos avanzando hacia comunidades interculturales, ya que cada vez más debemos de dar cabida a nuevxs ciudadanxs procedentes de diferentes países que, por circunstancias, desarrollaran sus vidas en esta, nuestra sociedad.
A veces, estos cambios estructurales y sociales nos ocasionan pensamientos negativos, ya que solemos imaginar situaciones de cambios que podrían sacarnos de nuestras zonas de confort, condicionado todo ello también por los estereotipos y prejuicios que humanamente nos acechan y que incluso son utilizados como herramientas por el racismo y la xenofobia.
Los estereotipos son algo natural de las personas y todxs los tenemos. La cuestión es saber si estos crean una imagen distorsionada de la realidad o generaliza algo que no es para nada la verdad o la mayoría de los casos.
Otro elemento que dificulta la inclusión social y la interculturalidad son los prejuicios: opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo o alguien que se desconoce.
Estos dos factores son un ingrediente común en los bulos, rumores y noticias falsas que, con el coloquialmente llamado boca a boca, se expanden como la pólvora teniendo, además, herramientas disponibles como las redes sociales. Todo ello, poniendo a vecinxs de años de convivencia enfrentadxs.
Este es el poder de los rumores y estereotipos generalizados: la veracidad que le otorgamos y la carga tan pesada que tienen simplemente por reproducirlos sin ningún tipo de control.
Estas construcciones sociales, presentes en todos los espacios sociales, actúan como muro de contención para que la inclusión real no se dé. Por ello, es necesario una sociedad más formada e informada, que disponga de recursos y conocimientos socialmente sensibles, y neutra, para llegar a ser una sociedad diversa e inclusiva. Esta sería la base para que estas situaciones no se den.
Para que se dé una sociedad diversa todxs lxs agentes comunitarixs deben estar implicadxs y formar parte del proceso. Así pues, la llegada de personas migrantes a los barrios se puede convertir en una auténtica oportunidad para fomentar la convivencia y revitalizarlos. Barrios que desde hace unos años habían perdido esa energía al ser espacios sin relevo intergeneracional.
Las interrelaciones entre lxs nuevxs vecinxs y las comunidades de acogida, que, en un principio, pueden generar situaciones negativas; posteriormente, pueden dar las claves para una inclusión social real.
Como consecuencia de ello, están naciendo necesarios espacios de encuentro y entendimiento donde compartir y crear comunidades diversas e interculturales que tienen cabida en una sociedad que se desarrolle exenta de prejuicios y estereotipos.