Patricia García: «Aunque ha pasado tiempo… todo sigue igual»

Hace ya algún tiempo, concretamente quince años, escribí en nuestra columna “Bantabah” unas reflexiones sobre cómo veía el fenómeno de la inmigración desde mi visión de atención jurídica a personas migrantes. En ese momento, yo estaba empezando en este mundo, y las ganas y entusiasmo del principio me hacían empaparme de todo e intentar descubrir las miles de historias que día a día llegaban a la asociación para ser atendidas.

Es curioso que al retomar este espacio de reflexión es como si no hubiera pasado el tiempo, ya que perfectamente podría pensarse que aquellas líneas podrían ser escritas actualmente. En ellas, hablaba de lo tremendamente injusto que es que personas que dejan su familia, sus raíces, en definitiva su mundo por la esperanza de una vida mejor, no se encuentren con demasiados brazos abiertos y sólo reciban rechazo y odio. Esta situación lejos de mejorar, ha empeorado con los años, y te hace ver que no hemos aprendido nada como sociedad, y que es mucho más fácil cargar de culpa a los demás, en este caso a la población extranjera que emigra, que tomar responsabilidad y conciencia de nuestros problemas endémicos como Estado.

En todo este tiempo han pasado por delante de mí muchas historias de vida, unas más trágicas que otras, que buscan en la medida de lo posible, encontrar solución a sus problemas, y algo de lo que soy consciente es que por muchas vallas que se eleven y por muchas trabas que los Estados pongan al fenómeno migratorio, la gente no va a dejar de emigrar, porque detrás de cada persona habrá una historia detrás, en algunos casos de persecución, en otras de conflicto armado, o simplemente el deseo de encontrar una oportunidad de vida mejor, y todas estas razones deberían considerarse válidas.

Cuando pensamos en el fenómeno de la inmigración me da la sensación de que creemos que se trata de una cuestión a resolver exclusivamente por los gobiernos y por esferas de poder fuera de nuestro alcance, pero precisamente creo que la inmigración nos concierne a todos y a todas, porque ha llegado un momento en el que todos tenemos a alguien cercano que precisa de cuidados que casualmente es atendido por una persona migrante, o algún familiar o amigo que tiene una pareja de origen extranjero, o la ineludible presencia cada vez más numerosa de niños y niñas extranjeros/as que comparten escuela con nuestros hijos/as y que serán el futuro del mañana. Por ello, es imprescindible que en nuestra pequeña parcela de vida hagamos más fácil la convivencia con estos nuevos vecinos y vecinas que, en la gran mayoría de los casos, vienen a aportar y a sumar a nuestra sociedad.

En los últimos años estamos siendo testigos de multitud de discursos racistas y de odio, que ven un problema en la inmigración, sin embargo, sigo pensando que la inmigración no es un problema, sino la consecuencia de un problema mucho mayor, que es la justicia social. Es razonable que los seres humanos que sienten opresión y pobreza pretendan una vida mejor para sí y sus familias, y por ello decisiones como el actual Pacto Europeo para la Migración y Asilo viene a recrudecer aún más la situación de estas personas, ya que supone la intensificación de políticas de contención y disuasión, con el rechazo arbitrario en las fronteras y las expulsiones como núcleo, y sin duda generará un aumento del sufrimiento de quien pretenda entrar en territorio europeo.

Desde las organizaciones que defendemos el derecho universal a circular libremente y a elegir residir en el territorio de cualquier Estado, sólo podemos prometer que seguiremos luchando y trabajando cada día para que el “derecho a migrar” sea una realidad.

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