La cruel realidad de los asentamientos chabolistas en la provincia de Huelva perdura en el tiempo por casi tres décadas. En todo este tiempo, miles de personas se ven forzadas a malvivir entre plásticos, como resultado de un modelo social y productivo, que ha generado una situación insostenible para los vecinos y vecinas de origen migrante que se encuentran en los asentamientos.
Como sociedad de acogida que somos, de esa mano de obra que tanto necesita el sector agrícola, tenemos diferentes deberes que abordar, como, por ejemplo, erradicar los discursos de odio hacia el colectivo, dejar de utilizar esta triste realidad como elemento de propaganda política, fomentando alternativas residenciales para terminar con la exclusión y marginalidad en la que se encuentran los verdaderos protagonistas de esta situación.
El nivel de exclusión y precariedad al que se ha llegado, es fruto del desentendimiento durante años de las administraciones públicas, cuanto más tardemos en ofrecer soluciones más grave y difícil será erradicar el problema.
Si no cambiamos esta realidad, seguirán siendo invisibles para el resto de la sociedad, y esta visibilidad no se producirá hasta que no les sea reconocido su derecho a la vecindad.